La exposición a la violencia aumenta las interacciones agresivas entre extraños, compañeros de clase y amigos, así como la violencia hacia objetos; esta exposición tiene mayor efecto sobre los preescolares y el efecto resultaría mayor en hombres que en mujeres. En los Estados Unidos, los niños pasan más de 21 horas semanales viendo televisión y el consumo de medios de comunicación se inicia antes de los 2 años, ya que las mamás tienden a poner a sus hijos frente al televisor para que se queden tranquilos, sin tener conciencia de los efectos que eso pueda producir. (Villani et al. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry 2001;40: 392-400).
En México, estos resultados no son muy diferentes, de hecho se estima que el mexicano para la misma cantidad de horas frente al televisor, lo que moldea de algún modo su criterio. Los escolares expuestos a videojuegos y películas de carácter violento presentan un comportamiento posterior similar al contenido de éstos; lo mismo se observó cuando eran expuestos a videojuegos o películas de tipo más tranquilo.
En un estudio efectuado en ocho países, en el cual se estudiaron más de 10,000 horas de televisión a diferentes horarios, durante tres años, se encontraron los siguientes resultados: 61 por ciento de los programas tenían contenidos violentos; 26 por ciento de las escenas tenía uso de armas; 38 por ciento de los actos era cometidos por personas atractivas, lo que distorsiona la internalización de ciertos valores sociales; 75 por ciento de los agresores no evidenciaba remordimiento ni recibía crítica o sanción por el acto; 50 por ciento de las escenas de violencia no estaban asociadas a dolor; y en 41 por ciento de los casos la violencia se asociaba a escenas de humor. Frente a esto, es probable que los adolescentes y niños estén incorporando valores muy distorsionados y se produzca una alteración de su percepción de la realidad (Journal of adolecent Health, 2006).
Se sabe que la violencia y agresión en la televisión se asocian a conductas antisociales y se ha demostrados que los efectos de ver esas escenas violentas son: aprender conductas agresivas; se produce una desensibilización frente a la violencia; y temor a ser víctimas de ella (Pediatrics 2004 July; 112(1):e43-50).
De ese modo, es muy probable que los niños adquieran una orientación a la violencia, no porque lo estén viviendo en carne propia, sino porque lo están aprendiendo en el televisor. La solución no se encuentra en privarles de ver la televisión, sino en explicarles que el contenido de violencia no puede ser tolerado y que no es más que una ficción, que en la vida real duele mucho el pelearse y usar armas contra las personas, puede traer graves consecuencias.
Los padres son de algún modo los responsables de la cantidad de contenido violento que los niños observan. Los medios de comunicación hacen lo suyo para ganar audiencia, pero de cada familia depende el mantener en sus hijos un grado de valores que les impida entrar en ese tipo de mecánicas que generan la violencia. Ciertamente quien observa aprende, de ahí que sea necesario estar al tanto de lo que los hijos ven y juegan.
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