→ De tipo social




Conocido como acoso relacional u ostracismo, es el tipo de bullying que aprueba el destierro de una persona por no encajar en las pautas. Este es, probablemente, el tipo de acoso más antiguo de la humanidad, la exclusión formal, tal como la hallamos en los grupos religiosos o las organizaciones de trabajadores se percibe como parte de los participantes, la mayoría de las veces, como revestida de una función social útil: asegurar la unidad del grupo y reforzar los valores que éste propugna.
La palabra “ostracismo” proviene del griego antiguo ostraka, denominación de unas conchas de arcilla en las que se escribía el nombre de la persona a desterrar de la comunidad. Estos votos se recontaban luego y documentaban formalmente la decisión. Algunos grupos religiosos, como la tradicionalista, también practican la exclusión formal cuando un miembro de la comunidad quebranta una regla inviolable. Una vez pronunciada, nadie de la comunidad, ni siquiera los parientes del excluido, pueden dirigirle la palabra ni tener ningún trato con él en adelante.


En pocas palabras, se excluye al que supuestamente vulnera las normas. La exclusión no siempre es justa y dista de construir una solución ideal, pero sirve al menos para dejar sentado que no serán tolerados aquellos comportamientos antisociales que amenazan con una perturbación grave de desequilibrio social.
Pero a diferencia de la exclusión formal, como mecanismo empleado por la sociedad con el fin de reprimir comportamientos antisociales y, por consiguiente, mejorar la calidad de vida en su seno, la exclusión entre jóvenes no es más que una arbitrariedad cruel. Un joven puede verse discriminado por su aspecto, su manera de actuar o su manera de pensar. Este tipo de exclusión no tiende a evitar un comportamiento antisocial: es comportamiento antisocial.
Es una forma de acoso relacional. La discriminación señala con claridad quién pertenece a una cultura y quien no; y castiga a los que no cumplen con los criterios de pertenencia a la misma, tratándolos como si hubieran dejado de existir. Es un tipo de acoso por los compañeros muy frecuente entre las chicas que están entrando en la pubertad. A veces el acoso relacional empieza con motivo de un altercado menor o antipatía entre dos alumnas. Las espectadoras se asocian a una de ellas con la consigna de dar un escarmiento. En algunos casos rehúyen la mirada de la discriminada o no le contestan cuando ella le dirige la palabra. En el escenario escolar, y sobre todo cuando los menores entran en adolescencia, los efectos de este “hielo” puede ser muy devastados para la autoestima de la afectada.
A estas edades, cuando las y los adolescentes empiezan a romper con el entorno familiar y forman sus identidades en el interior de su grupo social, necesitan espacio para explorar y reconocerse sin exponerse a un juicio incesante. Verse activamente rechazados y aislados en este momento, en que se atribuye máxima importancia a la aceptación por los compañeros, puede ser atroz. Las consecuencias se manifiestan en formas de problemas psiquiátricos diversos, entre los cuales figura la depresión o el recurso al alcohol u otras drogas para olvidar la sensación alienante.
El rumor que es otra forma de acoso relacional, puede revestir formas como la puesta en circulación de habladillas maliciosas o de calumnia, están difundidas a veces mediante anónimas que aparecen en los lugares más frecuentados, como la cantina, los vestuarios o el tablón de anuncios. A primera vista el rumor parece recaer en la categoría del acoso verbal, pero hay una diferencia importante. En el caso verbal la injuria hiere al blanco directamente, cara a cara, podríamos decir. En cambio el rumor ofende por vía indirecta aunque el resultado no sea menos perjudicial el blanco de los rumores acusa los mismos efectos de alineación y rechazo, pero muchas veces sin saber por qué, dado que no se entera de quie está hablando mal de él o de ella.
El acoso relacional prospera en los ambientes que se separan y clasifican a los jóvenes en pandillas. La pandilla le proporciona al joven de afiliarse, de sentirse aceptado, de formar parte d un grupo especial. En el instituto forman grupos diferenciados, los atletas, los deportistas, los aplicados o nerds, los normales, los pintores de grafitis, en algunos establecimientos la pandilla adquiere organización de banda.
Aparecen entonces los cabezas peladas, los anarcos tentados por el nihilismo y en ocasiones incluso por el satanismo, las bandas étnicas y las que albergan ideologías supremacistas. La banda juvenil que ha entrado en actividades delictivas es una expresión especialmente peligrosa de todas estas tendencias. En tiempos fueron, sobre todo, un problema de las grandes ciudades, pero actualmente han llegado también a los institutos de provincia y al medio rural.
Curiosamente algunos grupos promueven valores en apariencia positivos, como el deporte o rendimiento académico, pero otros no, el verdadero problema que representa la pandilla es que se le solicita a los menores que piensen y se comporten de una manera determinada. Los excluidos o los que no integran en ninguna pandilla muchas veces se hallan sometidos a un acoso relacional odioso y persistente.
Puede darse el caso de que constituyan a su vez un grupo a comportamientos malsanos o peligrosos. En los últimos cursos, sobre todo, es posible que aparezcan tenciones fuertes entre pandillas situadas en extremos opuestos ideológicos o de la escala social.

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